EDUARDO LUCIO “EL NEGRO” SILVERA – IDENTIDAD Y LEALTAD BANFILEÑA

El 6 de julio de 1918 en la localidad de Velázquez, Departamento de Rocha, de la República Oriental de Uruguay, nació “el Negro” Eduardo Lucio Silvera. Uno de los mejores jugadores de la historia de Banfield y un verdadero símbolo de lealtad al Taladro.

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Silvera jugó en Banfield entre 1940 y 1948. Debutó el 12 de mayo de 1940 en el encuentro que el Taladro goleó 7-3 a Atlanta y se retiró el 19 de septiembre de 1948, en el empate 0-0 contra Newell’s Old Boys. Completó un total de 208 partidos: 143 en Primera División y 65 en el ascenso. En total, sumó 53 goles: 31 en la máxima categoría y 22 en el Nacional. Tuvo un presentismo del 72 %.

 

Como futbolista se inició en el club Artigas de Rocha y hasta allí lo fueron a buscar de Sud América, con solo 19 años. Vino a Montevideo para hacer un par de pruebas. Después de la primera, la decisión ya estaba tomada y el rochense fue fichado para el equipo de camiseta naranja.

 

En aquel tiempo, el doctor José Ignacio Vicuña, jefe de maternidad del Hospital Rawson, era miembro de la comisión directiva de Banfield, que presidía Florencio Sola. Por su colega el doctor Rizzo, vinculado a San Lorenzo, se enteró que “los Cuervos” iban a Montevideo, en busca de “un negrito que la rompía”.

 

Vicuña le contó a Sola y decidieron anticiparse a los de Boedo. Viajó a Uruguay y prontamente llegó a un acuerdo con Sud América, pero restaba el arreglo con el jugador. Silvera ya le había convertido un gol a Nacional y se decía que sería convocado a la Selección para jugar la Copa Río Branco en Brasil. Además, el uruguayo no estaba demasiado interesado en venir a Banfield, porque su amigo Obdulio Jacinto Varela, le había dado malas referencias.

 

Para que Vicuña desistiera de contratarlo, le pidió la suma de cinco mil dólares (algo disparatado para la época, que equivalía al valor de compra de una casa). Vicuña habló con Sola y don Lencho lo aceptó. Pero con la intención de seguir frenando la transferencia, el uruguayo quería que el pago fuera en efectivo. Sola tomó el dinero, lo cargó en un bolso y viajó a Montevideo.

 

Cuando todo parecía arreglado, Silvera puso una nueva condición. Firmaría el contrato, recibiría el dinero, viajaba a Brasil con la Selección uruguaya y al regreso, se incorporaba a Banfield. Sola estalló en ira y le dijo que no había seleccionado, ni viaje a Brasil y al día siguiente regresaría a Banfield, junto con Silvera y Vicuña.

 

La controvertida llegada de Eduardo Lucio Silvera, no generó más inconvenientes para su nuevo equipo. Era un puntero veloz, con manejo de ambas piernas y deleitaba con sus centros al área a los Taladros, para que el peruano Alcalde los convirtiera en gol. Se entendía de maravillas con Rafael Sanz, aunque su preferido para el juego era Farro.

 

A tal punto, sus actuaciones fueron destacadas, que desde Boca Juniors vinieron a buscarlo, con una propuesta que quintuplicaba su sueldo en el Taladro. Allí, “el Negro” Silvera afirmó su identidad y lealtad, con la respuesta a los xeneizes: “No, como me voy a ir de Banfield, con todo lo que esta gente ha hecho por mí”.

 

El uruguayo que tanto se enamoró del club y después de su retiro se quedó a vivir, siguió acompañando al equipo, incluso en las finales de 1951. Y el 26 de septiembre de 1998 se fue al cielo, pero entró definitivamente en la memoria y el corazón de todos los banfileños.


Por Marcelo Silva Larregui

Publicado el: 10/7/2020

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